¿Los árboles hablan bajo tierra? Para los científicos, eso está en disputa

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Para algunos de sus colegas, es un baldazo de realidad que period necesario. “Creo que es una conversación muy oportuna”, opinó Kabir Peay, micólogo de la Universidad de Stanford, sobre una presentación reciente de Karst. Espera que eso pueda “reorientar el campo”.

Sin embargo, otros sostienen que la wooden huge net está bien fundamentada y confían en que habrá otras investigaciones que confirmen muchas de las hipótesis hechas sobre los hongos en los bosques. Colin Averill, micólogo del Instituto Federal Suizo de Tecnología en Zúrich (ETH Zurich), señaló que la evidencia reunida por Karst es impresionante. No obstante, añadió, “la manera en que interpreto la totalidad de esa evidencia es completamente diferente”.

En la mayoría de las raíces de plantas se forman colonias de hongos micorrícicos, lo que constituye una de las simbiosis más generalizadas del planeta. Los hongos recolectan agua y nutrientes del suelo; luego intercambian algunos de estos tesoros con las plantas por azúcares y otras moléculas con contenido de carbono.

David Learn, botánico de la Universidad de Sheffield, demostró en un artículo escrito en 1984 que ciertos compuestos etiquetados con una forma radioactiva de carbono podían fluir a través de los hongos entre plantas cultivadas en el laboratorio. Varios años después, Suzanne Simard, quien en ese entonces period una ecóloga del Ministerio de Bosques de Columbia Británica, demostró la transferencia de carbono en dos sentidos en un bosque entre el abeto de Douglas joven y abedules americanos. Cuando Simard y sus colegas pusieron abetos de Douglas bajo la sombra para reducir la fotosíntesis, se disparó la absorción de carbono radioactivo de los árboles, lo que sugiere que el flujo subterráneo de carbono podría impulsar el crecimiento de los árboles jóvenes en el sotobosque que no recibe rayos solares.

Simard y sus colegas publicaron sus resultados en 1997 en la revista Nature, que los puso en la portada y bautizó el descubrimiento con el término wooden huge net. Poco después, un grupo de investigadores sénior criticaron el estudio por ciertas fallas metodológicas que causaban confusión en los resultados. Simard respondió a las críticas y, junto con sus colegas, diseñó otros estudios para abordar las fallas.

Con el tiempo se redujeron las críticas y la wooden huge net ganó partidarios. El artículo de 1997 de Simard ha sido citado casi mil veces y su charla TED de 2016, llamada How timber discuss to one another, tiene más de cinco millones de reproducciones.

En su libro The Hidden Lifetime of Bushes, que ha vendido más de dos millones de ejemplares, Peter Wohlleben, un guardabosques alemán, cita la descripción de Simard de los bosques como redes sociales y los hongos micorrícicos como “cables de web de fibra óptica” que ayudan a los árboles a informarse sobre ciertos peligros, incluidos insectos y sequía.

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